Las Palmas ha mostrado un juego prometedor en su derrota por penales ante el Tenerife, sugiriendo que su estilo de juego es más atractivo y ofensivo. Esto podría influir en los apostadores, ya que un equipo que juega bien, a pesar de los resultados, puede ofrecer buenas oportunidades en futuras apuestas, especialmente si su rendimiento se traduce en victorias en partidos oficiales.
Hay derrotas que se sienten como victorias diferidas. Porque no todo lo que brilla en pretemporada permanecerá, y no todo lo que se oculta carece de luz.
La UD Las Palmas perdió el Trofeo Teide en los penaltis ante el CD Tenerife, sí. Pero quien mire con los ojos bien abiertos, sin dejarse arrastrar por la urgencia del resultado, verá otra cosa en la estrategia del entrenador amarillo, Luis García: un equipo que ya se parece al equipo que quiere ser.
Desde el primer toque, desde la primera triangulación entre Loiodice, Cedeño e Iván Gil, quedó clara una idea: Las Palmas no vino a resistir, vino a jugar. Y no cualquier juego. Vino a practicar ese fútbol que se teje con paciencia y se respira con inteligencia.
Ese que no se impone con la fuerza del músculo, sino con la voluntad de la forma. Luis García quiere un juego donde no se necesita gritar para hacerse entender, no atropella, construye, no se desespera, propone.
El gol llegó pronto, como si el guion estuviera escrito de antemano. Jeremía Recoba —a quien llaman hijo de su padre pero que quiere escribir su propio nombre— dibujó una espuela. Iván Gil, que parece haber comprendido que en el fútbol el tiempo no es cronológico, sino emocional, definió con serenidad. Era el 0-1 y era también una afirmación: Las Palmas tiene talento, y lo sabe usar.
Las bandas funcionan como canales de pensamiento, con Ale García oxigenando el juego y Viti filtrando pases con la calma de quien ha leído muchos libros. Dinko Horkas, atrás, parece más filósofo que portero: nada le altera, todo lo anticipa.
Cosas por mejorar. La UD Las Palmas aún necesita definir mejor sus ataques, ser más directa cuando el contexto lo pide, tener más hambre en los metros finales. Pero eso no es un defecto, es el precio de un proceso. Y el proceso está en marcha. Las Palmas está más cerca de lo que quiere ser que de lo que fue.
Enfrente, el Tenerife hizo su partido. Rudo, directo, práctico. Empató en el descuento con un golpe de fortuna disfrazado de justicia: un disparo al poste, un rebote en Pejiño, y el balón en la red. Los penaltis —esa ruleta que no distingue méritos— se los llevó el equipo local. Porque apareció un joven guardameta, Gabriel Lozano, que tuvo su noche.
Pero el relato, el que se escribe sin trofeo Teide pero con horizonte, es otro.
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