Las temperaturas extremas durante el US Open podrían influir en el rendimiento de los jugadores, lo que podría llevar a resultados inesperados en las apuestas. Los jugadores que se adapten mejor a estas condiciones pueden marcar la diferencia, lo que podría beneficiar a aquellos apostadores que evalúen la resistencia y la adaptabilidad de los atletas.
Nueva York vuelve a ser el epicentro del tenis mundial, pero también de una alerta creciente: el calor extremo ya no es una excepción, sino una constante. A pocos días del inicio del US Open, las temperaturas se disparan por encima de los 38 °C en Flushing Meadows, empujando a la organización a aplicar un nuevo protocolo climático de máxima exigencia. Lo que antes era una simple preocupación meteorológica, hoy es un reto estructural. “Estoy comprobando el tiempo más veces de las que quisiera admitir”, confesó Jake Garner, árbitro principal del torneo, recordando que en 2021 fue la lluvia del huracán Ida la que interrumpió los partidos. Ahora, el problema ya no es la tormenta, es el sol.
El año pasado, los organizadores del US Open convirtieron en política oficial lo que hasta entonces era una solución temporal: cerrar parcialmente los techos retráctiles de los estadios Arthur Ashe y Louis Armstrong, incluso sin lluvia, para generar sombra y aliviar las condiciones extremas en pista. Esos techos, diseñados para combatir los retrasos por precipitaciones, se han transformado en un escudo térmico. Además, se implementa el sistema WetBulb Globe Temperature (WBGT), un índice que mide el estrés térmico real bajo el sol directo, incorporando temperatura, humedad, radiación solar y viento. Cuando el WBGT supera los 30 °C, se activa el protocolo de calor extremo: techos parcialmente cerrados, descanso adicional de 10 minutos entre sets y zonas de enfriamiento obligatorias.
“La sombra es una parte fundamental de la discusión. Como el resto de la ciudad, intentamos ir un paso por delante”, explica Daniel Zausner, director de operaciones del Billie Jean King National Tennis Center.
Los partidos diurnos, especialmente los que arrancan a las 11:00, son los más expuestos. En pistas secundarias sin techos ni sombra, los jugadores deben enfrentarse a temperaturas que, sobre la pista, pueden superar los 50 °C por el efecto de la pista. El precedente está fresco: en 2023, Daniil Medvedev advirtió en pleno partido de cuartos de final que “un jugador morirá y lo verán”, tras jugar bajo condiciones asfixiantes. Más recientemente, figuras como Diego Schwartzman y Paula Badosa han expresado su preocupación y pedido cambios estructurales: o se juega de noche, o no se juega. No se trata solo de sudor y cansancio. Desde 2018, cuando cinco jugadores abandonaron por golpes de calor, el US Open ha reforzado sus recursos: más estaciones de agua, árboles plantados estratégicamente, ventiladores, toallas con hielo y, desde este año, incluso salas refrigeradas junto a las pistas para emergencias médicas.
Los espectadores también entran en el nuevo protocolo. El torneo distribuye ventiladores portátiles, sombrillas gratuitas y ha duplicado las fuentes de agua en el complejo. Los avisos médicos son claros: moverse, buscar sombra e hidratarse. La doctora Melissa Leber, responsable de los servicios médicos del torneo, lo resume sin rodeos: “El calor no es una molestia; es un riesgo real”. Durante la fase de clasificación de este año, ya con temperaturas “moderadas” de 24 °C, muchos aficionados recurrieron a sombreros y sombrillas personales para soportar la jornada. La organización teme lo que puede venir si el termómetro se mantiene al alza.
Para algunos expertos, estos ajustes no son suficientes. La ecóloga deportiva Madeleine Orr, autora de Warming Up: How Climate Change is Changing Sport, apunta a un cambio más profundo: la reprogramación de eventos. “No basta con sombra y ventiladores. Hay que considerar mover los torneos fuera de los picos de calor, o cambiar los horarios radicalmente, como se hizo con el Mundial de Catar en 2022”, señala. Sin embargo, los intereses comerciales, los derechos televisivos y las tradiciones del circuito hacen que esa opción siga siendo políticamente incómoda. Por ahora, las sesiones nocturnas del US Open ganan terreno como opción preferida para los partidos más atractivos, y más seguros.
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